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«Llegamos aproximadamente a las ocho y media al colegio, todos puntuales, sin ninguna excepción, y hacia las nueve ya estábamos en camino.
Afortunadamente, el tiempo estuvo de nuestra parte y, aunque fue un viaje bastante largo (casi veinte paradas de metro), mereció la pena. Hacia las diez pasadas habíamos arribado en Plentzia, donde tuvimos tiempo hasta las once para escoger los víveres básicos que luego permitirían que nuestra barbacoa llegase a buen puerto. Después de las compras y, afortunadamente sin ningún contratiempo, tomamos rumbo hacia el merendero de Gorliz, rodeando la playa; fue un paseo bastante agradable y no excesivamente largo. Por fin llegamos al merendero de Gorliz, el cual resultó ser un lugar idílico y agradable, rodeado de árboles.
Al llegar, nuestro primer objetivo fue encender el fuego, objetivo que se salvó con bastante elegancia, ya que al final todos lo cumplimos perfectamente. El mayor problema fue, tal vez, el de cocinar, que trajo consigo algunas quemaduras leves, una carne algo cruda y el orgullo un tanto herido. Cuando terminamos de comer, tuvimos tiempo libre para disfrutarlo jugando a las cartas, charlando, cantando e incluso algunos valientes se atrevieron a darse un chapuzón en la playa, aunque el agua parecía estar un poco fría para el gusto de la mayoría. Finalmente, pusimos rumbo hacia casa, a eso de las cinco, y aunque con algún contratiempo que otro, logramos llegar a Barakaldo de una pieza.
La experiencia ha sido, la verdad, agradable y entretenida, y no nos importaría repetirla.»
Texto: Jaione Santurtún Bugallo
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