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‘SALESTAR MISIOAK’ erakundeak ‘Ni ez naiz sorgina’ izeneko kanpaina antolatu du sorginkeriaz salatutako umeen eta neska-mutilen egoera jakinarazteko.
Juegan, corren, saltan, juegan, se suben a los columpios y hacen acrobacias en cada barandilla que encuentran a su paso. Como cualquier otro niño de su edad. Son los niños ‘sorcier’ o niños brujos que residen en el hogar Don Bosco de las Misiones Salesianas de Togo y, aunque ahora sí pueden vivir tranquilos, hubo un tiempo en el que no se les permitió tener infancia.
Son inculpados por sus familias y vecinos de todos los males que sufren: desde una enfermedad hasta la muerte, desde una mala cosecha hasta la pérdida de un empleo. Y son maltratados, marginados e incluso asesinados.
En Togo, un pequeño país del África subsahariana apretujado entre Ghana y Benín, conviven más de 40 etnias diferentes para las que el animismo es una parte fundamental de su cultura. Y allí la acusación de brujería está anclada en las tradiciones más ancestrales, como sucede en algunos otros países de África.
Normalmente, las víctimas de estas acusaciones proceden de las capas más vulnerables de la sociedad: ancianos, viudas, niños y niñas huérfanos de padre, madre o de ambos, o que no viven con su familia.
«Cuando hay varias muertes o enfermedades en la misma familia se suele buscar al culpable en el clan. Si se trata de un niño que no tiene madre y vive con su madrastra, esta mirará al que no es su propio hijo», explica el misionero José Luis de la Fuente, director del hogar Don Bosco, en Kara, desde hace ocho años.
Para dar a conocer esta realidad, MISIONES SALESIANAS ha lanzado la campaña ‘Yo no soy bruja’. El propósito: sensibilizar a las familias, a la sociedad, a los gobiernos y a la comunidad internacional, “porque los agresores no pueden quedar impunes”.